Breves notas sobre las medidas de “Escudo Social” para proteger a la población trabajadora ante los daños catastróficos ocasionados por la Dana del 29 de octubre de 2024
18 de noviembre de 2024
1. En los últimos años, las pocas noticias que llegan del campo son mayoritariamente sombrías, y relatan un trasfondo de tradicional y recalcitrante abandono, injusticia, abuso, infravaloración y, en definitiva, falta de esperanza. Este panorama contrasta con su carácter de sector vital que, en consecuencia, debería tener el máximo reconocimiento social y el justo y ponderado trato económico. Pero la coherencia no es precisamente una virtud predicable de nuestros días, por lo que la mala situación persiste ante la extendida indiferencia de una sociedad que parece ver en él una realidad lejana. Ello pese a que, por su carácter esencial, ningún sector está más omnipresente en la vida de cualquier persona, sea cual sea su ocupación, que el campo. Los problemas de este sector se traducen en el abandono de explotaciones agrícolas y ganaderas, según refleja el último censo agrario de explotaciones (2020).
Por lo que respecta a la mujer en el entorno rural, ha padecido de manera más intensa las consecuencias de encontrarse en un entorno poco propicio, que le ha dado pocas oportunidades de prosperar, lo que se aprecia en la cifra de mujeres jefas de explotaciones. En muchos otros casos, su trabajo ha quedado invisibilizado, generalmente por prestarse en explotaciones familiares.
2.El art.30 de la LO 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, establece la necesidad de reforzar el papel de la mujer en entornos rurales a través de una diversidad de actuaciones administrativas. Éstas deben alcanzar diversos prismas, a saber, educativo, formativo, laboral y profesional, incluyendo el necesario establecimiento de servicios que faciliten la conciliación de la vida laboral, familiar y personal, así como medidas que garanticen la igualdad en el acceso a las tecnologías y la información, o soluciones alternativas adecuadas en caso de imposibilidad técnica. En suma, formula muy buenos propósitos, pero que requieren actuaciones que supongan un eficaz desarrollo, que no siempre, o no siempre en adecuada medida, se produce, para pasar al plano de las realizaciones.
Con todo, junto con estas medidas, este precepto hace referencia también una figura jurídica muy concreta, la “titularidad compartida”. Esta medida se desarrolló en la la Ley 35/2011, de 4 de octubre, sobre titularidad compartida de explotaciones agrarias, cuyo objeto es evitar la invisibilidad del trabajo desarrollado por la mujer o pareja del titular en las explotaciones agrarias. A través de esta norma se establece el régimen de la titularidad compartida, que implica el reconocimiento de la titularidad de la explotación agraria a un matrimonio o pareja con análoga relación, para su gestión conjunta. Esta misma ley estableció una segunda medida de índole económica para el caso de que no se hubiera optado por la titularidad compartida, que es la compensación económica por razón de la colaboración efectiva en la explotación agraria, que cobra efectos en caso de transmisión de la explotación agraria, nulidad o disolución del matrimonio o pareja con análoga relación. Con todo, lo cierto es que la titularidad compartida ha tenido muy poco éxito, pues sólo se ha reconocido en 1.257 ocasiones en todo el país, pese a que unas 30.000 explotaciones cumplen los requisitos para acogerse a la misma.
La Ley 3/2023, de Empleo no incluye de forma directa a las mujeres del ámbito rural entre los muchos colectivos prioritarios que define, como hubiera sido oportuno. No obstante, máxime bajo el prisma del componente 23 del plan de recuperación, transformación y resiliencia, su inclusión puede deducirse de manera indirecta de los arts. 51 (perspectiva de género) y 53 (promoción de movilidad a zonas rurales).
Otro hito que podría haber reforzado el papel de la mujer en este ámbito, pero no ha cumplido expectativas es la condicionalidad social de la PAC. Así, en 2022 se introduce la condicionalidad reforzada, vinculada a cuestiones medioambientales, y junto a ella, la condicionalidad social, referida a empleo y seguridad y salud laboral, por lo que no hace referencia al trabajo de la mujer. No obstante, es cierto que a instancias de España, la PAC incorporó el enfoque de género, y en esta línea, el Plan estratégico Nacional de la PAC 2023-2027, incluye medidas específicas para favorecer el trabajo de la mujer en el campo.
3. Este panorama determina que el éxodo del campo a la ciudad afecte de manera especial a las mujeres jóvenes, configurando un medio rural muy masculinizado y envejecido, y con ello, reduciendo más las esperanzas en un futuro próspero para el campo. En muchos casos, estas jóvenes van a las ciudades a estudiar, encuentran trabajo tras concluir su formación y no regresan a sus pueblo o aldeas.
No obstante, por fortuna, también hay caminos de vuelta tras ese período formativo, especialmente cuando los estudios realizados guardan relación con el entorno agrario. En este sentido, respecto de los ciclos formativos de Formación Profesional de la familia agraria, en el curso 2021/2022 (último del que se disponen datos), aunque éstos siguen siendo eminentemente masculinos, el incremento de las alumnas que realizan el grado superior de algún ciclo de esta familia, que supera en 7,6 puntos al de las que realizan el grado medio, supone un afianzamiento de la participación femenina. Asimismo, la excelente acogida que entre las mujeres tiene la familia agraria en modalidad de formación a distancia (que excede en 20,4 puntos a la presencial, alcanzando el 38,9%) apunta a la opción por una formación desde y para el campo, y con ello, a la idea de una reducción del éxodo femenino a la ciudad. Por lo que respecta a los estudios universitarios, resulta muy significativo que la ingeniería agronómica sea la ingeniería que a más estudiantes femeninas atrae, con una tasa del 35%, frente al 20% registrado en las restantes.
Esta nueva feminización del campo, generalmente a través del trabajo autónomo, guarda relación con el desarrollo de la agricultura y ganadería ecológicas que se está produciendo en los últimos años. En este sentido, la producción ecológica atrae particularmente a mujeres y a jóvenes, por lo que está llamada a ser el motor del cambio, que feminice el campo y permita el necesario relevo generacional. Resulta significativo a este respecto que en los últimos años haya aumentado el número de mujeres empresarias agrarias, con un incremento del 32% respecto del censo precedente, y que, paralelamente, las explotaciones de agricultura y ganadería ecológica hayan tenido una notabilísima variación positiva. Por lo demás, la participación de las mujeres en cooperativas, otro de los motores del desarrollo ecológico, está creciendo de manera muy significativa, representando el 58%, en términos globales, de las creadas en 2022.
De este modo, en el panorama sombrío antes apuntado se atisban rayos de luz, afianzándose mayor presencia femenina “visible” y formada. Se materializan en estas nuevas experiencias agrarias las últimas líneas políticas dictadas desde la UE y, como es preceptivo, recibidas en el ámbito nacional, como son el género, la ecología y la digitalización, esta última en forma de útiles herramientas tecnológicas que facilitan el duro trabajo del campo.
4. El campo español está plagado de experiencias exitosas de mujeres que han apostado por permanecer o volver a ese entorno, impulsando los necesarios cambios que éste precisa para mantenerlo vivo. Desde esta página quiere hacerse mención particular a dos valientes mujeres que representan estos nuevos aires del campo, Raquel Torres Segura e Inma García Baquerizo. Raquel llegó al campo por necesidades familiares, Inma, por decisión propia, pero en ambas, la determinación por sacar adelante sus proyectos agrarios y el amor al campo pudieron más que los obstáculos que debieron afrontar y que todavía jalonan su día a día. Sin duda, la primera, desde sus tres generosas fincas de olivar ecológico en Jaén, y la segunda, desde su Dehesa de Santa Teresa, en el cordobés Valle de los Pedroches, llena de vacas felices, contribuyen decididamente a mantener vivo el campo y, en fin, a hacer de este mundo un lugar mejor.
Margarita Miñarro Yanini.
Profesora Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
Universidad Jaume I.
Investigadora Principal de Laborclima.
18 de noviembre de 2024