Breves notas sobre las medidas de “Escudo Social” para proteger a la población trabajadora ante los daños catastróficos ocasionados por la Dana del 29 de octubre de 2024
18 de noviembre de 2024
1. Desde hace unas semanas, el sector agrícola está protagonizando protestas en toda la Unión Europea, pues si tradicionalmente ha sido y es maltratado, actualmente han aflorado o se han intensificado circunstancias adicionales que le han afectado negativamente, empeorando aún más su situación. En cualquier caso, su protesta no causa ninguna sorpresa, a tenor de los míseros precios que los productores reciben por sus frutas y verduras, siendo éste un clarísimo ejemplo de disociación entre valor y precio de los productos. No causa sorpresa, por ello, el dato de que en los últimos 15 años casi el 40% de pequeñas y medianas fincas agrícolas han quebrado o han sido compradas por grandes explotaciones. Desde luego, lo que es absolutamente inexplicable es cómo un sector vital, en el sentido más propio, puede estar tan minusvalorado y ser tan castigado.
Es muy importante incidir en que la situación y la problemática del sector agrario no son ajenos a nadie, pues concierne de forma directa a toda la sociedad, en el sentido, evidente, de que es el sector que satisface la necesidad básica y esencial de alimentar a la población. No obstante, la agricultura lo es también en otro sentido, que tiene igualmente relevancia vital, puesto que según cómo se gestione, puede ser una fuente de CO2, o bien un sumidero de carbono que contribuya a mitigar el cambio climático. En suma, la agricultura, bien gestionada, puede contribuir de manera sustancial a frenar el cambio climático.
2. Las razones de esa situación son, como casi siempre, múltiples y complejas, aunque tratando de hacer un breve esbozo de las mismas, en el que necesariamente habrán de sacrificarse motivos y matices, pueden apuntarse:
Todas estas circunstancias apuntan a una misma consecuencia: la presión sobre los pequeños y medianos productores agrícolas, que con frecuencia se ven abocados a abandonar sus tierras o a venderlas a unas grandes explotaciones agrarias que, por ello, cada vez lo son más.
3. Los problemas derivados del cambio climático que están evidenciándose en forma de sequía, calor extremo, incendios… causados por la acción humana y la producción sucia, no hacen más que acentuar esta insostenible situación. Por lo tanto, no es necesario discurrir sesudamente para extraer una idea básica: las acciones dirigidas a frenar o reducir estos efectos de la crisis climática van a actuar en favor del sector agrario y, más allá de toda la sociedad. A ello se dirige el Pacto Verde Europeo, que prevé una serie de acciones concretas dirigidas a hacer más sostenible la producción agrícola y que, en esa vía, prevé algunas medidas como la de recuperación de ecosistemas y reducción de la nocividad de plaguicidas, el apoyo a una producción sostenible y, en fin, hacer que el campo deje de ser emisor de CO2 para ser un nicho de oxígeno, en esa dualidad de puede entrañar según cómo se gestione. Otras medidas más transversales previstas en el Pacto, como la generalización de la energía verde y asequible, también redundarían de manera positiva en el sector.
4. Es importante destacar que todavía no se ha desarrollado realmente ninguna de las acciones específicas que prevé el Pacto Verde Europeo. Por ello, todavía sorprende más que ciertos partidos políticos quieran ganar el favor del sector culpabilizando a las políticas europeas para la transición ecológica de la situación de los productores agrícolas. Con todo, es evidente que los pequeños y medianos productores agrícolas son bien conocedores de los verdaderos problemas que les aquejan. Lo más grave es que ese discurso, pese a carecer de toda base real y evidenciar una muy peligrosa voluntad de culpabilizar al factor más débil por menos consolidado, desviando la atención de los verdaderos problemas, ha calado en las más altas instancias con pésimos efectos, no sólo para el sector, sino también para la sociedad en su conjunto y para la vida en el planeta.
De este modo, para apaciguar las protestas del sector, la presidenta de la Comisión Europea anunció la retirada del Reglamento para la reducción del uso de pesticidas, pese a que con esta medida realmente no se beneficia a la agricultura, sino sólo a las multinacionales agroquímicas que comercializan tales productos. Además, supone dar pábulo a peligrosas posiciones ideológicas de base negacionista y sentido cortoplacista. En cualquier caso, la adopción de tal decisión es más “cómoda” desde el punto de vista político que tratar de remover perniciosas maneras inertes de funcionamiento de mercados, que implicaría revisar las reglas que llevan necesariamente a la desprotección de los pequeños y medianos productores agrícolas. También así se evita tener que reconocer la responsabilidad sobre decisiones políticas que debilitan a un sector esencial e imprescindible, y que han desprotegido sistemáticamente los intereses de los pequeños y medianos productores. En suma, cualquier decisión que suponga frenar la transición ecológica en el campo es una cortina de humo que, lejos de solucionar los problemas del sector agrícola, va a empeorarlos.
5. En fin, agricultura y naturaleza tiene una conexión esencial, que jamás pueden valorarse en términos antagónicos, pues quien así lo haga seguramente no está velando por una ni por otra, sino persiguiendo otros intereses que realmente están muy alejados de este binomio.
Se quiere incidir en que agricultura somos todos y nada de lo que suceda en ella debe sernos ajeno. Los problemas del sector son problemas de toda la sociedad, y como tales, exigen implicación de todas las personas que la componen. Ello tiene relevancia en el momento de ejercer los derechos políticos reconocidos a la ciudadanía, pero no solo. Así, diariamente podemos poner un pequeño grano de arena por el sector como “consumidores sostenibles”, a través de acciones como el consumo de productos agrícolas de proximidad, la compra de frutas y verduras de pequeños y medianos productores, la búsqueda de mercados de compra directa, o el pago de un precio justo, entre muchas otras. En fin, desde este otro lado de la agricultura también se puede contribuir a su sostenibilidad y fortalecimiento.
Margarita Miñarro Yanini.
Profesora Titular de Derecho del Trabajo y de la seguridad Social.
Universidad Jaume I.
Investigadora Principal del Grupo Laborclima.
18 de noviembre de 2024